LA SOCIEDAD CIVIL


La sociedad civil es el esfuerzo comunitario de autogestión y solidaridad, el espacio independiente del gobierno, en rigor la zona del antagonismo. (Monsiváis. Los días del terremoto. p. 79)

ANSIEDAD CLIMÁTICA - RESULTADOS DE ENCUESTA EN JÓVENES

 ANSIEDAD CLIMÁTICA 

Los miembros de Avaaz acaban de financiar la mayor encuesta realizada a niños, niñas y jóvenes sobre ansiedad climática -- se encuestaron a 10 mil personas en 10 países de todo el mundo. En cada país se logró demostrar que la ansiedad relacionada con la crisis planetaria es muy alta y no es solo porque estemos presenciando desastres climáticos devastadores sino porque los gobiernos están fracasando sistemáticamente a la hora de tomar medidas significativas para detener la crisis. (2021)

Todavía podemos frenar este cambio climático desbocado. Sabemos lo que se necesita y lo que los gobiernos deben hacer. Pero requerirá de una voluntad política y de una determinación audaces -- cosas de las que tristemente hemos carecido. Sin embargo, las cosas se están moviendo, hay un nuevo impulso, y existe todavía muchísimo espacio para cultivar una esperanza radical y fundamentada.

Estos son los hallazgos del estudio:

 45%
Casi la mitad de los jóvenes encuestados a nivel mundial (45%) asegura que la ansiedad relacionada con el cambio climático está afectando su vida cotidiana: la forma en la que juegan, comen, estudian y duermen.

 75%
Más de 7 de cada 10 (75%) encuestados cree que “el futuro es aterrador” -- ese porcentaje se eleva al 81% en los jóvenes encuestados en Portugal y al 92% en Filipinas.

 58%
El 58% expresó que los gobiernos están “traicionándoles a ellos y/o a las futuras generaciones'', mientras que el 64% dijo que sus gobiernos no están haciendo lo suficiente para evitar una catástrofe climática.

 39%
Casi 4 de cada 10 jóvenes (39%) dice que ahora tienen dudas acerca de tener hijos.

Estos resultados son alarmantes, pero los psicólogos señalan que no solo afecta a niños y niñas. La ansiedad climática la sienten personas de todas las edades, en todas partes.

Estamos enviando este mensaje para ayudarnos a todos a entender qué es la ansiedad climática, cómo podemos vivir con ella y cómo estos sentimientos pueden inspirarnos a sentir una esperanza radical mientras seguimos luchando para proteger nuestro planeta. 

Los hallazgos del estudio también podrían jugar un papel clave en litigios sobre cambio climático impulsados por jóvenes, como la histórica demanda climática contra 33 gobiernos que los miembros de Avaaz están ayudando a financiar. Y eso no es todo: en los días previos a la cumbre climática de la ONU de este año vamos a echar el resto para asegurarnos de que el estudio llegue al escritorio de todos los representantes, influyendo así en negociaciones y en políticas gubernamentales críticas. El informe ya está generando un enorme impacto mediático, con amplia cobertura en algunos de los medios de comunicación más influyentes del mundo. El secretario general de la ONU incluso mencionó el informe en su gran discurso frente a los líderes mundiales -- ¡increíble!

¿Qué es la ansiedad climática?

La ansiedad climática hace referencia a la preocupación, la frustración, el dolor e incluso la ira asociados a la realidad de la crisis climática y al constante fracaso de los gobiernos a la hora de actuar con la urgencia que requiere.

La gente se siente traicionada por sus líderes y está asustada por el futuro. Estos son sentimientos incómodos y difíciles pero son una respuesta perfectamente normal y saludable frente a la destrucción del mundo natural y a la inacción política. 

No es cuestión de “arreglar” o “solucionar” nuestra ansiedad, sino de aprender a vivir con ella. Para cada uno de nosotros, se trata de reconocer esos sentimientos y respetarlos para, de esta forma, poder comprometernos con la resolución de la crisis y pedir cuentas a nuestros líderes sin caer en la desesperación o en la negación.

A menudo, nuestra sensación de ansiedad proviene de un profundo y genuino amor por la naturaleza y el planeta. ¿Cómo no sentirnos ansiosos? Nuestros sentimientos no son el problema; la realidad de la crisis, junto con el fracaso político, lo son.

¿Qué podemos hacer con la ansiedad climática?

Si la ansiedad climática es una respuesta saludable y natural, entonces, ¿Cómo podemos vivir con ella? Aquí dejamos algunos consejos e ideas de la Alianza de Psicología Climática que podrían ayudarte a ti y a tus seres queridos:
  • Recuerda que no estás solo/a. Muchas personas quizá estén igual de ansiosas que tú, simplemente puede ser que no estén hablando de ello.
  • Crea un espacio para hablar sobre el cambio climático, específicamente sobre los sentimientos que surgen en ti y en los demás. Escucha cómo se sienten los jóvenes y tómate sus sentimientos en serio. Explícales que sus sentimientos tienen todo el sentido y que son una señal de que son buenas personas. Es normal sentirse triste y frustrado según están las cosas ahora mismo.
  • Debes saber que esto no depende solo de ti. Es poco lo que una sola persona puede hacer y, aunque las medidas individuales SÍ que tienen un impacto, la responsabilidad es colectiva. Apoya que los jóvenes actúen, por pequeño que pueda parecerte su impacto. Avaaz es la prueba de que, cuando somos suficientes los que nos unimos, ¡podemos marcar una gran diferencia!
  • Haz todo lo que puedas para cuidarte física y emocionalmente. Suena obvio, pero cuidar de lo básico puede ayudarte a mejorar tu resiliencia y a mantener los pies en la tierra.
  • Pasar tiempo en la naturaleza puede servirte. Conecta con la naturaleza y permítete disfrutar de su belleza. Nuestro amor por la naturaleza puede inspirar nuestra lucha por proteger el planeta.

Comparte tu experiencia

Sentir cierto grado de ansiedad climática es una respuesta natural, y hablar de ello ayuda. Así que estamos creando un espacio donde todos podamos compartir nuestras experiencias propias sobre cómo estamos viviendo la ansiedad climática -- tal vez esto incluso nos lleve a actuar. Participa en grupos de jóvenes en los que puedas compartir tus sentimientos, sensaciones e ideas para actuar en contra de los desastres climáticos. 
Qué momento para estar vivos. Estamos siendo testigos de una de las mayores amenazas para nuestro planeta en la historia de la civilización -- y somos, posiblemente, la última generación que podría salvarlo. Todavía podemos rescatar a nuestra preciosa Tierra del abismo y permitir que la naturaleza florezca. Y, aunque sintamos el miedo y el dolor del momento, debemos saber que las crisis también pueden revelar lo mejor de nosotros, despertando la creatividad, la inspiración y la empatía por nosotros mismos y por los demás. Este es el hogar de la esperanza radical, una esperanza arraigada en la realidad y, sin embargo, determinada, tenaz y compasiva. Es exactamente lo que el mundo necesita ahora mismo.

MEXICANOS SE SIENTEN AFECTADOS POR EL CAMBIO CLIMÁTICO

 


En México, la gente sí piensa en el cambio climático…pero para mal.

México es el país del mundo en el que mayor proporción de la población considera que ya ha ocurrido un efecto severo por la crisis climática, esto de acuerdo con un estudio de la empresa Ipsos realizado en 34 países.

En promedio el 56 % de la población global afirma que el cambio climático ya ha tenido afectaciones severas en el lugar donde vive, pero en México, la cifra se eleva al ¡75 %!

Además, 7 de cada 10 personas esperan que el cambio climático tenga un efecto severo en su área en los próximos 10 años.
 
«La encuesta nos muestra diferencias regionales notables dentro de varios países participantes, lo que probablemente refleja la experiencia reciente con el calor extremo, la sequía, los incendios forestales o las inundaciones. Las mayorías en los 34 países esperan que su área se vea gravemente afectada por el cambio climático en los próximos 10 años», explicó la empresa en un comunicado.
  
La preocupación por verse gravemente afectados por el cambio climático en la próxima década es expresada por la mayoría de los adultos en todos los países encuestados, desde el 52 % en Malasia hasta más del 80 % en los países de Portugal (88 %), México (86 %), Hungría (86 %), Turquía (85 %), Chile (85 %), Corea del Sur (83 %), España (83 %) e Italia (81 %).

Una de las consecuencias que puede traer el cambio climático a largo plazo son los posibles desplazamientos de poblaciones.

Ante ello, en promedio, un 35 % cree que ellos o sus familias tendrán que abandonar sus hogares en los próximos 25 años debido a los efectos del clima. Sin embargo, otra vez nuestro país es más negativo, aquí el 37 %que es probable que sea desplazado de su hogar como resultado del cambio climático.

Los jóvenes: conscientes y pesimistas

La población menor de 35 años es la más consciente de que en algún momento tendrá que mudarse por causas climáticas. A nivel mundial, el 43% de los jóvenes dice que es probable que necesiten mudarse en los próximos 25 años, frente al 37% de las personas entre 36 y 49 años y solo el 25 % entre los de 50 a 74 años.

Estos son los principales hallazgos de una encuesta realizada por Ipsos en 34 países del 22 de julio al 5 de agosto de 2022 entre 23,507 adultos de 18 a 74 años a través de la plataforma en línea Global Advisor de Ipsos.

JUSTICIA CLIMÁTICA

Una guía de falsas soluciones para la COP 26
octubre 29, 2021
 
La publicación "Engañados en el Invernadero" revela las maniobras de las empresas y gobiernos respecto del reduccionismo de los problemas ambientales al carbono, la financiarización de la naturaleza y un creciente utopismo tecnológico; y propone ir hacia una justicia ambiental, con una mirada transversal que aporte soluciones verdaderas.

Silvia Ribeiro (*) 

“Para ir a la raíz de las injusticias ambientales y climáticas hay que confrontar más de cuatros siglos de imperialismo colonial, opresión ininterrumpida del patriarcado y supremacía blanca, y la actual expansión del capitalismo industrial, neoliberal y globalizado.” Así comienza la introducción del material de formación popular Engañados en el invernadero, elaborado por un amplio grupo de organizaciones de base indígenas, sociales, campesinas, urbanas, ambientales de América del Norte, entre ellas la Red Ambiental Indígena, el Proyecto Global de Justicia Ecológica, la Red por Justicia Energética, la Alianza por una Transición Justa y otras.

Hace más de una década se propusieron explicar en lenguaje sencillo la injusticia ambiental y climática, develando las maniobras de las empresas y gobiernos con las llamadas “falsas soluciones”: propuestas tecnológicas, de manipulación de la naturaleza y financieras, que no tienen nada de “soluciones” sino que están diseñadas para lo contrario: evitar exponer, y mucho menos cambiar, las causas de la injusticia ambiental. Y en ese camino inventar nuevos negocios con esos tramposos mecanismos.

Este colectivo de organizaciones presenta ahora la tercera edición de un material revisado y aumentado, que es especialmente útil frente a la próxima reunión de la ONU en Glasgow (COP 26 del clima), por la que pronto nos inundarán con titulares catastróficos y engañosos.

Cuáles son las «falsas soluciones» y por qué resistirlas?

El fondo del trabajo de las organizaciones es mucho más que la reacción ante propuestas del capitalismo sobre el clima. Como lo dicen desde el comienzo, se plantean una crítica al colonialismo, al patriarcado, al racismo implícito. Como parte de la información que necesitamos para entender y resistir las múltiples trampas del capitalismo, este material colectivo se enfoca en revisar una amplia lista de “falsas soluciones” climáticas. 

Desde propuestas que ya llevan años, hasta otras más recientes, el libro presenta brevemente de qué se trata cada propuesta o tecnología, los impactos que tiene y por qué debemos resistirlas. Toma los problemas como fijar precios al carbono, las llamadas “soluciones basadas en la naturaleza”, y actividades como: la bioenergía, la extracción y quema de gas natural y fracking, la producción de energía a partir de hidrógeno, de rellenos sanitarios, de incineración de residuos, la energía nuclear, energía hidráulica, las técnicas de geoingeniería, captura de carbono y las energías renovables. En este último caso, cuando son llevadas por empresas y no como un recurso de las comunidades y pueblos, en sus propias condiciones y con el conocimiento que tienen del medio.

Es un material muy útil en la vorágine de temas en que todas y todos estamos, ya que es sintético pero con información sólida, y nos guía con mano solidaria en la oscuridad que ha generado el teatro de las “falsas soluciones” climáticas. Especialmente cuando la discusión climática sigue creciendo y cada vez hay más términos que están diseñados para que no entendamos lo que realmente está pasando o para hacernos creer que con sus propuestas de alto riesgo se puede resolver el calentamiento global.

Como lo llama el colectivo editorial, este libro es un poco como entrar en la caja de Pandora de las propuestas climáticas falsas, diseñadas para lucrar con las crisis, pero es útil para entenderlas y resistirlas.

Justicia climática y soluciones verdaderas

El colectivo editorial reflexiona también sobre lo ocurrido desde el año en que publicaron la primera edición: “Estamos viendo una alarmante tendencia hacia una ‘política de la desesperanza’, incluso dentro de algunos movimientos, donde el capitalismo del desastre, junto con la ceguera del reduccionismo del carbono —que reduce todo a medir carbono, en lugar de ver las múltiples crisis—, la financiarización de la naturaleza y un creciente utopismo tecnológico, han fomentado la proliferación de esquemas falsos que se benefician económicamente del deterioro climático”

“Incluso el simbólico Acuerdo de París celebrado en Naciones Unidas en 2015 ha servido en gran medida para habilitar y promover una serie de estafas tecnológicas corporativas, mecanismos del mercado de carbono y de impuestos al carbono”, agregan.

Por otra parte, reflexionan sobre la organización contra la “política de la desesperanza”: “Hoy más que nunca, el centro de gravedad de los movimientos por el clima ha virado hacia una perspectiva basada en la justicia climática, en la cual no distinguimos entre la guerra global contra la biodiversidad emprendida por la avidez de las corporaciones y las guerras contra las culturas, las cosmovisiones, las comunidades y los cuerpos de la gente oprimida en todo el mundo.”

Cuando el problema se enmarca bajo la premisa de la justicia climática, la crisis climática deja de reducirse al simple hecho de contabilizar carbono. “Movimientos de base liderados por comunidades de todo el mundo proponen una mirada transversal sobre la economía —sobre la explotación de la tierra, del trabajo y los sistemas vivientes, la erosión de las semillas, el suelo, la historia y el espíritu— y buscan promover soluciones verdaderas a nuestro alrededor, todos los días, en diversas fuentes: desde el conocimiento tradicional indígena, la soberanía alimentaria, la desmercantilización de la tierra, la vivienda y la atención médica, hasta la abolición del complejo militar industrial que pretende extraer hasta la última de gota de combustible fósil de la Madre Tierra”. 

En ese tono concluyen: “También en la transición justa y la democracia energética, que procuran impulsar energías democratizadas, descentralizadas, no tóxicas y descarbonizadas para alimentar nuestra vida, y en la justicia transformativa, con la cual respondemos al trauma y la violencia.”

El libro se pueden descargar libre en el sitio https://climatefalsesolutions.org/ 

(*) directora para América Latina del Grupo ETC

 

 

COLAPSO ECOLÓGICO Y HORIZONTES ALTERNATIVOS

Ambiente.Sobre el colapso ecológico y los horizontes alternativos

El colapso ecológico ya llegó. Una brújula para salir del (mal)desarrollo, publicado el año pasado por Maristella Svampa y Enrique Viale, es una referencia entre las nuevas camadas que despiertan a las luchas ambientales. A un año de su aparición, publicamos apuntes para una lectura crítica.

Esteban Martine   https://www.laizquierdadiario.com/Sobre-el-colapso-ecologico-y-los-horizontes-alternativos

“Atravesamos tiempos extraordinarios marcados por una crisis socioecológica y una emergencia climática a nivel global sin precedentes en la historia” [1] , sostienen en el prefacio de su libro Maristella Svampa y Enrique Viale. El colapso ecológico ya llegó. Una brújula para salir del (mal) desarrollo se publicó en agosto del 2020, poco después de que la cepa de SARS-CoV-2 saltara zoonóticamente desde territorios arrasados para extender las fronteras del agronegocio y se volviera pandemia a ritmos nunca antes vistos, siguiendo los circuitos del capital. La crisis sociosanitaria del COVID-19, que hasta el momento dejó un saldo de 4 millones de muertos, es solo una muestra de la insustentabilidad de la relación capital - naturaleza.

Los autores destacan la paradoja de una época en la que existe un consenso científico sobre el origen antrópico del calentamiento global, pero aún persisten discursos negacionistas, históricamente construidos con la expansión del neoliberalismo, y que durante los últimos años encarnaron personajes como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Boris Johnson o el primer ministro de Australia, Scott Morrison. En simultáneo, lo novedoso en los últimos años fue la irrupción de la juventud en los movimientos por la “justicia climática”, tras lo que denominan el “efecto Greta Thunberg”. Durante la segunda huelga global contra el cambio climático de 2019, 4 millones de personas se manifestaron en 163 países y miles de ciudades.

Los autores toman el concepto de antropoceno para dar cuenta de la gravedad de la crisis climática y ecológica que vivimos y sintetizan el problema desglosando cinco factores que la explican: el cambio climático asociado al calentamiento global, a causa del incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero; la pérdida de biodiversidad, tanto en los ecosistemas terrestres como en los marinos; los cambios en los ciclos biogeoquímicos que son fundamentales para mantener el ciclo de los ecosistemas ; y, por último, los cambios en el modelo de consumo, fundado en el esquema de obsolescencia programada de los productos que obliga a renovarlos para maximizar los beneficios del capital, y en un modelo alimentario a gran escala de enorme impacto sobre la salud de las personas, y que degrada los ecosistemas.

El libro recorre la historia de los movimientos ambientales y las respuestas de los Estados e instituciones internacionales. En los 60s, los nacientes movimientos ecologistas o ambientalistas de base social policlasista. En los años 70 “la cuestión ambiental ingresa a la agenda global”, con instituciones como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, los primeros partidos Verdes y ONG’s, “desde los más conservadores a los más radicales”. En las últimas décadas nacieron los movimientos por “justicia ambiental” en EEUU, alrededor de comunidades afroamericanas de barrios contaminados que enfatizan en la desigualdad de los costos ambientales, el racismo, la injusticia de género y la deuda ecológica. Con el concepto de “ecologismo popular”, se refieren a las movilizaciones en los países del hemisferio sur, que plantean un “vínculo entre justicia ambiental, ecología de los pobres y deuda ecológica del Norte respecto de los países del Sur” [2]. Y por último los movimientos por “justicia climática”, concepto que apareció en la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), pero emergió como “movimiento ecológico global de carácter radical, con eje en la crítica al capitalismo y la transición energética. ‘Cambiar el sistema, no el clima’, pasó a ser la consigna” [3].

Los autores dan cuenta de cómo a pesar de la sucesión de Cumbres que dieron lugar a los protocolos de Montreal (1987), Kioto (1997) y el Acuerdo de París (2015), la crisis ecológica no ha hecho más que profundizarse. En el caso del Acuerdo de París, que no es vinculante, abre las puertas a “impulsar falsas soluciones en el marco de la economía verde, que se sustenta en la continua e incluso ampliada mercantilización de la naturaleza”  [4].

El ambiente como “punto ciego” del progresismo latinoamericano

Los autores realizan una crítica que recupera actualidad frente a la campaña por parte de periodistas y funcionarios del Frente de Todos que impugna cualquier oposición al extractivismo como “ambientalismo bobo”. Más allá de las diferencias (mientras unos hablan de ambientalismo bobo, otros, como en los casos de Bolivia y Ecuador incorporaron los “derechos de la naturaleza” y el “buen vivir” a sus constituciones), los gobiernos de “progresismo selectivo” buscan minimizar la importancia de las causas ambientales “oponiéndolas a la cuestión social y el derecho al desarrollo”. Apuntaban al “reconocimiento de ciertos derechos sociales y económicos (mientras que) obturaban, perseguían y criminalizaban demandas ambientales y de pueblos originarios” [5]. En todos los casos mantuvieron la matriz del agronegocio, los negocios forestales, el fracking, la megaminería, etc.

Entre 2003 y 2013 las economías latinoamericanas se vieron favorecidas por los altos precios de las materias primas, base de las economías dependientes de la región. El “consenso de los commodities” fue política de estado sin reconocer grietas: tanto los progresistas como los gobiernos más conservadores o neoliberales aceptaron como “destino” el papel de exportadores de bienes naturales, minimizando no solo las consecuencias ambientales, sino también los “nuevos marcos de dependencia y la consolidación de enclaves de exportación”.

Desde el año 2008, se multiplicaron los megaproyectos extractivos y también las luchas y resistencias que los enfrentaron. Desde el proyecto de abrir una carretera que atraviese el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (Tipnis) en Bolivia que implicó cuestionamientos y resistencias que horadaron la base social de Evo Morales; pasando por la construcción de una megarrepresa a costa de la expulsión de comunidades originarias de Belo Monte en el Amazonas de Brasil llevada adelante por el gobierno de Lula Da Silva. Desde 2013 hasta la actualidad, los autores identifican una fase de “exacerbación del neoextractivismo”, de ampliación de las fronteras de los commodities, a la impulsada tras la caída de los precios de las materias primas.

Svampa y Viale señalan que no existe oposición entre lo social y lo ambiental, como argumentan, por ejemplo, los voceros del Frente de Todos a la hora de justificar las actividades extractivistas. Al final del ciclo progresista, la pobreza y la desigualdad persistieron. “Los mapas de la pobreza (...) coinciden en todo el mundo con los de la degradación ambiental” [6].

En nuestro país, los autores desarrollan cuatro casos emblemáticos: el agronegocio, la Ley de Glaciares y los derrames de la Barrick Gold, Vaca Muerta y la minería de litio.

El avance de la frontera sojera (el área cultivada con soja transgénica creció un 900% entre 2003 y 2015) implicó desmontes, desplazamiento de poblaciones, entre ellas de comunidades originarias, deterioro de suelos y las estremecedoras cifras de personas que padecen cáncer en poblaciones rociadas con glifosato. Argentina se encuentra entre los cuatros principales productores mundiales de soja transgénica, con casi 24 millones de hectáreas cultivadas. Recientemente el gobierno de Alberto Fernández aprobó el uso de trigo transgénico HB4 (asociado al peligroso pesticida glufosinato de amonio).

En el caso de la Ley de Glaciares, los autores describen los obstáculos que impiden su aplicación efectiva, y traen a colación el derrame de más de un millón de litros de solución cianurada ocurrido en septiembre de 2015 en la mina Veladero, en la localidad de Jáchal, San Juan. Las últimas puebladas de Chubut y Mendoza contra la megaminería tuvieron repercusión internacional. En ambos casos fueron multitudinarias movilizaciones contra pactos del PJ, la UCR, y sus aliados, otra muestra contundente de que para el extractivismo no hay grieta.

El caso de Vaca Muerta es considerado como una “ilusión eldoradista” que obtura la transición hacia una matriz energética pos-fósil. La reciente evidencia sobre el desastre de los basureros petroleros, los derrames y la multiplicación de sismos inducidos por el fracking, dan cuenta del desastre ambiental de Vaca Muerta. Para el litio, analizan cómo la gestión de Cambiemos ofreció condiciones más ventajosas que los vecinos Chile y Bolivia para las corporaciones mineras.

Green New Deal, Pacto Ecosocial y lucha anticapitalista

A nivel estratégico, la contradicción central del libro se encuentra entre el diagnóstico de desastre inminente y el programa propuesto como horizonte, así como los sujetos y organizaciones para llevarlo adelante.

El libro destaca el valor de “las experiencias autogestión y autoorganización como la agroecología, la economía social solidaria o las comunidades de transición basadas en energías renovables”, como “utopías concretas” y “prácticas prefigurativas que anticipan la nueva sociedad”, aunque señala su alcance limitado debido a la desconexión de lo local y lo global, que dificulta que estas experiencias se conviertan en un “proyecto político de alcance global” [14]. La “dimensión emancipatoria desde abajo”, debe “activar la dimensión reguladora de los Estados en todos los niveles”.

El planteo es que ante la “encrucijada civilizatoria” abierta por la pandemia, el dilema sería ir hacia “una globalización neoliberal más autoritaria, en el marco de un ‘capitalismo del caos’, que sin duda favorecerá la expansión de las derechas fascistas, o (...) una globalización más democrática, ligada al paradigma del cuidado, por la vía de la implementación y el reconocimiento de la solidaridad y la interdependencia como lazos sociales e internacionales, y de políticas públicas orientadas a un gran pacto ecosocial y económico que aborde conjuntamente la justicia social y ambiental”  [15].

Ante esto, reivindican el “Green New Deal” en la versión postulada por la referente del ala izquierda demócrata Alexandria Ocasio Cortez, y por intelectuales como Naomi Klein y Jeremy Rifkin. A diferencia del proyecto europeo de economía verde, esta sería una apuesta “interseccional”, que articula “justicia social con justicia ecológica, étnica y de género”, planteando una “transformación profunda del sistema económico a través de la reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero, la renovación de infraestructuras, la apuesta por la eficiencia energética y la promoción de medidas para reducir la desigualdad económica y social en los Estados Unidos”  [16].

Para Argentina y América Latina, los autores proponen cinco ejes para un pacto ecosocial y económico, que además cuestione el rol asignado al “sur global” en los modelos de transición energética corporativa de los países centrales: “ingreso universal, reforma tributaria progresiva, suspensión del pago y auditoría de la deuda externa, paradigma del cuidado y reforma socioecológica radical (energética, productiva, alimentaria y urbana)”. Esta reforma socioecológica implicaría un paradigma energético renovable, descentralizado, desmercantilizado y democrático; un paradigma agroecológico que promueva la soberanía alimentaria; y otro modelo urbano, promoviendo el arraigo en ciudades pequeñas y medianas.

El programa propuesto sostiene elementos progresivos y más que necesarios, y otros que consideramos discutibles. Pero de conjunto resulta en un planteo reformista, insuficiente para abordar una “crisis civilizatoria”. La idea de lograr, con movilizaciones desde abajo, un “pacto” que construya una nueva agenda “nacional y global”, sin expropiar al gran capital ni derrotar a sus instituciones, responsables del desastre ecológico y social, termina siendo utópica.

Por ejemplo: es urgente terminar con el agronegocio que utiliza volúmenes inconmensurables de veneno, y avanzar hacia formas de producción de alimentos con técnicas no destructivas, que contemplen la sostenibilidad del suelo, como sostiene la agroecología. Pero ese objetivo es irrealizable sin terminar con la gran propiedad terrateniente, empezando por las 5.678 explotaciones (el 2% del total de explotaciones) que gestionan 80 millones de hectáreas (el 51 % de las hectáreas en producción); y sin expropiar los puertos privados, cerealeras y empresas agroindustriales.

De igual manera, para avanzar en un paradigma energético “renovable, descentralizado, desmercantilizado y democrático”, es condición expropiar sin pago a todas las empresas relacionadas con la producción, procesamiento y distribución de la energía, creando una empresa estatal única bajo control de sus trabajadoras y trabajadores, profesionales de universidades públicas, comunidades y pueblos indígenas afectados por sus actividades, para diseñar democráticamente un plan de transición que no solo contemple un giro en las fuentes utilizadas.

Aún así, se trata de problemas sin resolución íntegra en los marcos del sistema capitalista. Una transición ecológica requiere de la planificación del conjunto de la economía, apropiándose de los desarrollos científicos y tecnológicos para desarrollar en cada terreno las formas de producción, distribución y consumo de menor impacto ambiental, recomponiendo ecosistemas degradados, etc.

Por otro lado, el ascenso de Biden o el giro discursivo del Vaticano son interpretados por Svampa y Viale como oportunidades para “disputar sentidos”, subestimando su capacidad de cooptar, institucionalizar y convertir en indefensos a los movimientos ambientales.

 

 

 

 

 



LUCHAS SOCIO-AMBIENTALES Y DISPUTA POR PROYECTOS DE SOCIEDAD EN MÉXICO

Defender los territorios frente al despojo. Luchas socio-ambientales y disputa por proyectos de sociedad en México 

 El investigador de la UAM, Carlos Rodríguez Wallenius, comparte su libro sobre luchas socioambientales en México. “La relevancia nacional de las luchas en defensa de los territorios se expresa en la existencia de más de 560 conflictos socioambientales en los últimos veinte años, sobre todo porque la dinámica de despojo y mercantilización de los bienes naturales y comunitarios implica separar a los pueblos campesinos e indígenas de sus medios de sustento y formas de vida. Son conflictos provocados por el modelo de acumulación que significa un aumento de las ganancias empresariales a costa de empobrecer y marginar a los pueblos, explotandolos de sus territorios y devastando su entorno natural. Esta obra profundiza en distintos aspectos del complejo y conflictivo proceso entre la imposición de modalidades del despojo para la acumulación que han promovido empresas y gobiernos, así como las respuestas que generan las luchas socioambientales en defensa del territorio y bienes naturales que impulsan comunidades campesinas y organizaciones sociales en el país. Para ello, realizamos un recorrido por los principales conflictos socioambientales en distintas regiones de México, en las que ubicamos las dificultades que atravesaron las modalidades de despojo desde 2012, cuando entraron en recesión las actividades extractivas. Un elemento central de este estudio es reconocer la capacidad que tienen las comunidades y organizaciones campesinas e indígenas que, mediante distintas formas de luchas, enfrentan y cuestionan los proyectos de despojo, pero, además, proponen impulsar proyectos de sociedad distintos al sistema económico dominante”.

 La descarga es libre en el repositorio digital de la DCSH de la UAM Xochimilco: Defender los territorios frente al despojo. Luchas socioambientales y disputa por proyectos de sociedad en México (pdf, 238 pág.)